First published on 05/21/2020, and last updated on 05/25/2020
Por Mencha Barrera, de la Fundación ALDEA, Miembro del Consorcio TICCA.
Directamente extraído de este artículo en la página web de ALDEA.
En Ecuador, los Pueblos Indígenas y comunidades locales han desplegado diferentes respuestas frente a la situación actual de emergencia, basadas en sus costumbres y en su cosmovisión. En este artículo, nuestro Miembro ALDEA analiza y documenta esta variedad de respuestas comunitarias.
Las organizaciones comunitarias de los Pueblos Indígenas y comunidades locales que se reconocen como territorios de vida, o TICCA, tomaron una serie de medidas ante la declaratoria de emergencia sanitaria por el COVID-19 en Ecuador. Bajo un enfoque de cuidado comunitario proponen, deciden y dan respuestas de acuerdo a sus culturas, a sus capacidades organizativas y a las distintas realidades territoriales a las que esta emergencia les confronta.
Sus esfuerzos contrastan con el bajo nivel de cumplimiento de las diferentes instancias del Estado con sus obligaciones en materia de derechos humanos y derechos colectivos, las cuales establecen la responsabilidad estatal de crear medidas eficientes para proteger la salud y la vida de los Pueblos Indígenas y comunidades locales y para proporcionarles una atención sanitaria culturalmente aceptable, así como alimentos u otro tipo de ayuda humanitaria, cuando sea necesario, y sin discriminación. Para reforzar esta afirmación se puede mencionar que ninguna de estas organizaciones comunitarias es parte de un Comité Operativo de Emergencias a pesar de que lo han solicitado de manera insistente. Sin embargo, gracias a sus capacidades de gestión, han logrado coordinar acciones a nivel local con algunas instituciones públicas como el Ministerio de Salud, Ministerio de Agricultura, Ministerio de Inclusión Económica y Social y Gobiernos Autónomos Decentralizados.
En el mapa están identificadas las respuestas comunitarias a la emergencia. Algunas buscan armonizar y colaborar con los protocolos internacionales y nacionales a pesar de las dificultades culturales que implican la aplicación de medidas como la cuarentena, el aislamiento y las prácticas de higiene ya que estas medidas tampoco consideran cómo atender a las comunidades en aislamiento o a potenciales enfermos o qué hacer en casos de emergencias que requieren evacuación de personas desde zonas remotas.
Otras respuestas comunitarias fortalecen y replican las medidas que, con un enfoque intercultural, han generado las organizaciones indígenas nacionales y regionales. Todas buscan disminuir el riesgo de contagio y se orientan a mantener a las comunidades informadas, abastecidas y cuidadas por su condición de poblaciones altamente vulnerables a las pandemias, como señala Nemonte Nenquimo, Presidenta de la Coordinadora de la Nacionalidad Waorani de Pastaza- CONCONAWEP: “Tenemos mucha preocupación por esta epidemia, nosotros Waorani no tenemos defensas, somos pueblo de reciente contacto. Sabemos lo que pasó a nuestros abuelos con la epidemia de polio, no queremos que esto vuelva a pasar. Hemos activado un plan de prevención y preparación de la contingencia con una guía para las comunidades Waorani”. Hace referencia a la epidemia de poliomielitis que afectó a la población del Protectorado Waorani y tuvo su pico de contagio en Tiwino entre 1968 y 1969.
Hay que tomar en consideración que estas medidas son comunitarias y tienen limitaciones para controlar la circulación de trabajadores de empresas extractivas y madereras que no han detenido sus actividades, y están causando ya severos impactos en la salud de estos pueblos, custodios de sus territorios y de su biodiversidad, y ponen en riesgo a Pueblos Indígenas aislados.
La interculturalidad es la clave
La interculturalidad es clave para el reconocimiento de los Pueblos Indígenas y comunidades locales como sujetos de derechos sobre todo en una emergencia sanitaria como esta. Es también la mejor herramienta para comprender la diversidad cultural y ambiental de un país plurinacional y megadiverso como el nuestro.
Un reflejo de esta diversidad se expresa en las similitudes y diferencias de las medidas tomadas por estos pueblos como respuesta a la emergencia sanitaria. Hay similitudes en lo declarativo, pero hay diferencias en las formas de aplicarlas, así como en sus alcances y efectividad. Por ejemplo, el Pueblo Originario Kichwa de Sarayaku cuenta con la seguridad comunitaria como la instancia responsable de organizar y ejecutar los planes de emergencia y contingencia en coordinación con el consejo de gobierno y su unidad técnica. “En Sarayaku” dice Daniel Santi, técnico del Pueblo Originario Kichwa de Sarayaku, “no se puede circular por el río, hay autorización de circulación solo para atender emergencias”.
El Pueblo Shuar Arutam (PSHA) activó un sistema de control territorial en base a sus propias reglas y procedimientos aclara Galo Chup, responsable de relaciones internacionales del Consejo de Gobierno del Pueblo Shuar Arutam: “aplicamos los protocolos dentro de nuestros estatutos propios y autónomos para restringir la circulación en las comunidades, regular las actividades de nuestras comunidades y la interacción con otros territorios”. La comunidad de Agua Blanca, en Manabí, hace el control por medio del equipo de guías turísticos comunitarios mientras que Playa de Oro, pueblo afrodescendiente de Esmeraldas, lo realiza a través de sus dirigentes.
Debido a su complejidad territorial, las organizaciones de la nacionalidad Waorani mapearon su extenso territorio identificando entre las comunidades “las que están altamente expuestas a la circulación y al contagio. Son las comunidades cercanas a las vías, como la vía Auca, El Pindo, Toñamapare” explica Gilberto Nenquimo, Presidente de la Nacionalidad Waorani del Ecuador-NAWE. Allí, de manera organizada, las tres organizaciones Waorani: NAWE, AMWAE y CONCONAWEP coordinadas en un solo equipo de emergencia, activaron su sistema de monitoreo comunitario que generó alertas sobre la circulación de madereros en su territorio. Alertas que sustentan su exigencia ante el Ministerio de Salud, para tomar medidas urgentes ante los contagios y muerte por COVID-19 en algunas comunidades Waorani.
El Pueblo Shuar Arutam, Sarayaku y nacionalidad Waorani elaboraron protocolos propios y están realizando campañas de comunicación con mensajes y gráficas en sus propios idiomas para comunicar, de formas culturalmente apropiadas, cuáles son las medidas de cuidado y prevención. Sobre esto, Josefina Tunki, presidenta del Consejo de Gobierno del Pueblo Shuar Arutam, es categórica cuando afirma “nosotros y nosotras en el pueblo Shuar Arutam vivimos diferente a las ciudades, los mensajes oficiales para la emergencia no se entienden. Para nosotros contribuye el material elaborado por la Confederación de Nacionalidades Indígenas de la Amazonía Ecuatoriana (CONFENIAE) en nuestro propio idioma y según nuestras costumbres”.
El Pueblo de Sarayaku y la nacionalidad Waorani identificaron como población vulnerable a las personas mayores. En Sarayaku afirma Daniel Santi “las personas mayores son nuestra sabiduría, son nuestros sabios. El mundo occidental está viendo cómo la población pasada de 60 años está muriendo, puede ser que allá los mayores no significan nada, pero para nosotros sí, significan el conocimiento”. Por su parte, las organizaciones Waorani están operando en la gestión de recursos con diversas instituciones del Estado y ONG aliadas, con la finalidad de proteger a los “abuelos y abuelas, o pikenane, que son los valientes guerreros, son el espíritu de la selva, sabios, sabias, jefes y jefas”. Se promueve en cada comunidad su aislamiento estricto, estas medidas incluyen alejamiento de las comunidades más pobladas hasta julio y se ha organizado un plan de provisión de alimentos autosustentado.
En los pueblos amazónicos la emergencia también motivó una revalorización de la medicina ancestral y comunitaria. El PSHA promueve entre las autoridades comunitarias que todos los mensajes sobre medidas de prevención, higiene y contención sean compartidos con sabios y sabias tradicionales para que ellos puedan traducirlos y replicarlos en Shuar Chicham y difundirlos con su sabiduría entre los representantes de cada familia. En Sarayaku están trabajando para que los jóvenes aprendan con los sabios y sabias el uso de la medicina ancestral para fortalecer las defensas y el sistema respiratorio.
En todos estos Pueblos Indígenas y comunidades locales, la emergencia es percibida como un desafío a sus sistemas propios de organización social y territorial relacionados con la soberanía alimentaria. Tema que se ha convertido en un eje de trabajo prioritario para estas organizaciones. Ya está en marcha el plan alimenticio basado en las capacidades propias de cada comunidad y en las tradiciones alimenticias de las familias Waorani con huertas y bosquecillos bioculturales manejados, que son clave para tomar conciencia de la situación actual y tomar decisiones frente a la crisis alimentaria que generó la pandemia.
En Sarayaku “las mujeres que son el centro del ayllu [comunidad], están preocupadas por la pérdida de las chakras [cultivos], y saben que no podemos descuidar la provisión de alimentos propios para el cuidado comunitario. Con mingas [trabajo comunitario] estamos recuperando y mejorando las chakras, intercambiando semillas”. Según Daniel Santi las inundaciones de mediados de marzo causadas por el río Bobonaza, destruyeron en Sarayaku alrededor de 100 casas y chakras y desplazaron temporalmente a las respuestas comunitarias organizadas para la emergencia sanitaria.
Al mismo tiempo, el gran desafío que presenta esta emergencia al debilitado sistema de salud pública es el reconocimiento de los Pueblos Indígenas y comunidades locales como un principio de interculturalidad en la política pública. Esto implica visibilizarlos, reconocer y respetar sus territorios, reconocer y potenciar sus propias normas y protocolos ante el COVID-19. Solo así, es posible garantizar sus derechos colectivos, sus derechos humanos fundamentales y los derechos de la naturaleza en esta crisis nacional y global.
Crisis que nos interpela como Estado y como sociedad y nos confronta a la urgencia de cambiar radicalmente los actuales patrones de desarrollo basados en el consumo y en la explotación de la naturaleza. Basados, también, en el desconocimiento de la existencia de los Pueblos Indígenas y comunidades locales y del gran aporte que hacen al bienestar del país y del mundo. Patricia Gualinga, lideresa del pueblo originario kichwa de Sarayaku y reconocida activista y defensora de los derechos de Pueblos Indígenas y derechos humanos afirma: “ Este momento tan difícil para la humanidad nos convoca a entender a la naturaleza como fuente de energía que no podemos agotarla como lo estamos haciendo. Todas las personas estamos conectadas por hilos invisibles y ahora es el momento de la solidaridad con la naturaleza y los Pueblos Indígenas, es el momento de ir tejiendo redes de esperanza”.
Imagen de portada: Las organizaciones Waorani maperaron su extenso territorio, activaron su sistema de monitoreo comunitario que generó alertas sobre la circulación de madereros en su territorio © Proyecto TICCA, Fundación ALDEA, 2020.