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Reflexiones desde la Conferencia sobre los Océanos de las Naciones Unidas: un largo camino por recorrer

Muchos estados que son miembros de las Naciones Unidas y participan en la Conferencia sobre los Océanos de las Naciones Unidas todavía tienen que recorrer un largo camino para reconocer que los Pueblos Indígenas y las comunidades locales son parte de las soluciones para restaurar nuestros ecosistemas acuáticos

Sesión de clausura de la ONU Conferencia sobre los Océanos 2022 en Lisboa, Portugal. Foto: Mohammad Arju

First published on 09/01/2022, and last updated on 09/03/2022

Por Luciano Hiriart-Bertrand, Director general de Costa Humboldt (Miembro del Consorcio TICCA)


La Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Océanos 2022 organizada por las Naciones Unidas en colaboración con los gobiernos de Portugal y Kenia, que se realizó en la ciudad de Lisboa entre los día 27 de junio y 1 de julio, tuvo como objetivo apoyar la implementación del Objetivo 14 de Desarrollo Sostenible: “Conservar y utilizar sosteniblemente los océanos, los mares y los recursos marinos” mediante la instalación de un nuevo pacto de acción mundial para revertir el deterioro acelerado al que se están enfrentando los océanos.

El llamado a los estados es el de hacerse cargo de los impactos críticos que estamos sufriendo a escala mundial por efectos de la contaminación, sobrepesca, destrucción de hábitat, pérdida de biodiversidad y cambio climático. Si bien existe consenso urgente en la agenda, aún vemos miradas superficiales sobre cómo interpretar o ejercer las acciones de cambios radicales que necesitamos. De lo que sí tenemos certeza, es que no tenemos mucho tiempo de acción y que de no generarse iniciativas concretas que ofrezcan beneficios a corto plazo, no tendremos mucho margen para asegurar la recuperación de nuestros océanos para las próximas generaciones. 

Se plantea un amplio abanico de acciones a escala mundial y local, donde se destacan la creación de más áreas marinas protegidas, el fomento de economías azules y la inversión en investigación para explorar más y mejores soluciones basadas en la naturaleza. Sin embargo, parece que nos olvidamos de que este tipo de impulsos han fallado sistemáticamente, en gran parte, debido al escaso compromiso de los estados o simplemente por prioridades de aquellos que se encuentran en condiciones desfavorables y ven alteradas de forma negativa sus economías extractivistas a raíz de este tipo de cambios.

Hoy nos enfrentamos a un escenario muy similar, donde los medios del mundo resaltan la urgente necesidad de acción, pero la falta de legitimidad a escala local es uno de los puntos críticos y de mayor desafío. Un claro ejemplo fue lo que se experimentó en la semana de negociaciones en Lisboa y que se tradujo en la baja participación de actores clave de los océanos, como representantes de comunidades Indígenas, locales y pescadores artesanales. Durante la semana de encuentros y negociaciones de la conferencia se pudo evidenciar una fuerte ausencia de las denominadas “voces del mar”, las comunidades locales y Pueblos Originarios que juegan un rol clave en el resguardo, preservación y conservación de los espacios y recursos que proveen los océanos.

Estas voces son las que más fuertemente han convocado y llamado a la acción, pero siguen siendo silenciadas por estados negacionistas que han orientado sus potenciales soluciones a las esperanzas de la adaptabilidad de los de mercados, las economías azules y la investigación.

Se nos ha planteado una meta ambiciosa, urgente, y que de no alcanzarla no tendríamos márgenes para volver a condiciones saludables de nuestros océanos. Alcanzar el 30% de nuestros océanos totalmente protegidos para el año 2030 es un objetivo muy seductor. No obstante, seguimos desconociendo que existe una gran dependencia de los servicios que ofrecen los océanos a las comunidades locales, Indígenas y pescadores artesanales.

Una de las soluciones más destacadas para alcanzar la meta es la creación de más áreas marina protegidas. Estas áreas ofrecen soluciones para la restauración de ecosistemas prístinos, como también mejorar pesquerías, amortiguar los efectos adversos asociados al cambio climático y proveer nuevas oportunidades para las economías locales. Sin embargo, existen muchos desacuerdos sobre cómo estas cumplen con la efectividad esperada, sobre todo si se considera que existe una serie de categorías que se enmarcan bajo este título y que dentro de estas, algunas otorgan amplias facultades para el desarrollo de actividades contrarias a la conservación.

Un caso especial es Chile, donde el estado, en particular en su último período administrativo, ha sido el abanderado de la región en mostrarse como el país de las áreas marinas protegidas. Hoy por hoy, predominan los anuncios sobre la creación de más áreas marina protegidas de múltiples usos (AMP-MU), ofreciendo a estas áreas altos grados de flexibilidad en su funcionamiento. Este tipo de figuras se presentan como grandes anuncios en la escala mundial, pero en la realidad no son más que anuncios vacíos que pretenden complacernos. Es a través de estas figuras que diversas industrian están habilitadas para operar, alterando las dimensiones conceptuales de la conservación.  

No podemos dejar de resaltar como los diversos estados que participan de estas instancias mundiales agudizan los procesos de representatividad, dejando de lado aquellas voces que desean ser parte de la solución.  Observamos delegaciones que se alejan de la realidad, que se enfocan en la validez diplomática de sus pares, construyendo contenidos que no tienen alcances reales y que poco impactan a aquellos sectores que dependen directamente de océanos saludables. Chile ofrece diferentes alternativas para resguardar su patrimonio natural y cultural marino a través de procesos integrales y multiculturales con un fuerte enfoque en gobernanzas locales. Aquellas alternativas son parte de la solución, en gran parte, porque son procesos que aseguran la participación de las “voces del mar”. Desde Chile, hacemos un llamado a reconocer otras contribuciones y no someterse únicamente a figuras de conservación estándar con baja legitimidad.

Los Espacios Costeros Marinos de Pueblos Originarios (ECMPO) ofrecen soluciones directas y concretas a la crisis que estamos enfrentando como humanidad. Estos nos invitan a acercarnos con más fuerzas a aquellos sistemas de representatividad social y ecológica, ampliando las miradas de conservación hacia formas integradoras de conservación basadas en los usos consuetudinarios, conservación y restauración de los ecosistemas costero-marinos.

Somos habitantes de una de las costas más ricas, resilientes y frágiles del planeta, donde predominan corrientes marinas altamente productivas, sistemas de fiordos compuestos por la red interconectada más amplia de bosques de macroalgas y a su vez unos de los reservorios de agua dulce más importantes del planeta después de la Antártica y Groenlandia, respectivamente.

Los ECMPO son parte de la solución y sus voces locales lo han demostrado mediante acciones concretas. Es fundamental que los estados reconozcan las contribuciones directas de las comunidades locales e Indígenas en la conservación de los océanos. De no ser así seguiremos navegando en espacios de ambigüedades blandas que no proveen garantías para avanzar en la conservación efectiva de nuestros océanos.